viernes, 15 de marzo de 2013

¿El sueño eterno?





Hace ya muchos años que experimento el recurrente sueño de estar vivo. Acostumbro a soñar que abro los ojos en mi antigua cama junto a la que en otra vida fue mi mujer y que tras besarla me levanto, desayuno, me adecento, me visto y voy a la oficina. Allí encuentro a los que fueron mis compadres y superiores; entre papeles, teléfonos y ordenadores transcurre una rutinaria y tediosa mañana de trabajo. Cuando acaba la jornada tomo una bicicleta y vuelvo a casa, donde me esperan mi viuda y mis huérfanas para comer. Me acomodo luego en el sofá, donde me vuelvo a morir durante un rato y después vuelvo a soñar: a menudo me conecto a internet a consultar mis mensajes e informarme de qué pasa en el mundo (nunca me fié de la televisión ni de la radio), otras veces paso con el coche a recoger del colegio a mi hija pequeña o juego unas entretenidas partidas de frontón con viejos amigos, en ocasiones voy de compras con mi ex-pareja, visito a mis padres, veo un partido en la tele, salgo de paseo, leo un libro, escribo un cuento… Al caer el día acabamos cenando en familia y visionando todos juntos el capítulo de una serie bajada de alguna amable página pirata. Y siempre, siempre, cerca de la medianoche, cuando no me demora la extraordinaria aunque breve fortuna del amor carnal, me muero otra vez hasta el sueño siguiente.


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