domingo, 10 de marzo de 2013

Mahoney y Co. (Tercer capítulo)


3. UN PLAN DE MIERDA


Nick Mahoney, a quien algunos apodan “El Potro”, nunca fue un estudiante brillante, todo lo contrario, pero se gana bastante bien la vida. Nick es un cazador de recompensas, ocupación para la que no se requiere carnet, título, currículum, ni siquiera recomendaciones. Su tarea consiste, básicamente, en averiguar a qué precio está el kilogramo de criminal y apresar al mejor cotizado. Cuando a Nick le cuesta encontrar pistas que le proporcionen el paradero de su objetivo, recurre a cualquiera de los tres métodos, mal vistos pero infalibles, que cualquier sabueso debe conocer: el soborno, la amenaza o la paliza. El primero de ellos, por encarecer los costes y reducir ostensiblemente el margen de beneficio, solo lo considera en el muy remoto caso de que las circunstancias aconsejen no empeorar sus antecedentes penales. De los restantes procedimientos prefiere la amenaza, pero solo porque detesta la sangre desde que estuvo en Afganistán y vivió en directo más de una carnicería.

Hasta ahora se dedicó siempre a colaborar con la pasma y la justicia, pero un tal Orfeo, de Detroit, un individuo que parece sacado de la serie Los Soprano, le ha hecho una oferta que no ha podido rechazar. La parte contratante le obsequiará con veinte de los grandes libres de impuestos si es capaz de situar directa o indirectamente ante sus narices a Harry Rosolino, un desalmado matarife. Nick sospecha que cuando quiere a ese sujeto vivo (y por ese precio) es porque tiene algo valioso que le pertenece y pretende recuperar. Y aunque los asesinos nunca fueron su especialidad, sobre todo si no están fichados como es el caso, el incentivo prometido merece asumir algún riesgo. Ha urdido un plan, sabe que es un plan de mierda, pero desde que oyó que había una mujer a la que le tocaba la lotería cada vez que quedaba encinta, no elude las coyunturas embarazosas.

En estos momentos tiene delante, bien amarrada a una pilastra del almacén abandonado de la compañía Vimon & Stark, en Longmont (Colorado), a cuarenta y cinco minutos de Denver, a la última conquista de Rosolino. Mariana es una preciosa pelirroja, con la cara de una Venus de Botticelli y tetas y piernas dignas de una conejita del Play Boy. Ella no quiere traicionar a su hombre, las amenazas no han surtido efecto. Para localizar a Harry, Nick intuye que deberá emplear el método más contundente y es la primera vez que se estremece con la mera idea de golpear a alguien. Tampoco ayuda ese enorme graffiti rojo en la pared del fondo, que sentencia “Dios te está viendo”.
Mahoney intenta por última vez persuadir a la joven, no quiere tocarle un pelo (en realidad desearía acariciar cada milímetro de su cuerpo), no es su intención hacerle daño. Mariana está muy asustada y accede por fin a facilitarle el número de Harry. Nick pulsa las teclas.

-Harry al habla.

-Hola Harry, no me conoces, mi nombre es Nick. Escucha atentamente: necesito que vayas de inmediato a Detroit, unos buenos amigos que te echan de menos te esperan para compartir unos tragos. Tengo aquí a tu chica, ya sabes, Mariana. Si haces lo que te he dicho, a ella no le pasará nada de nada.

-Oye, Nick o como-quiera-que-te-llames, hijo de la gran puta, ya veo que no me conoces, pero ¿tú quién te has creído que eres? ¿Has secuestrado a mi novia y me estás amenazando, cabrón?

-Relájate, Harry. Mariana y el lunar que tiene cerca de la comisura de su labio superior están bien, yo cuidaré de ella mientras visitas a esos colegas. Y cuando ellos me confirmen que ya habéis fumado la pipa de la paz, la llevaré intacta de vuelta a casa. Confía en mí.

-Te diré lo que voy a hacer, Nick. Voy a despellejar vivos a esos perros y luego acabaré contigo. Y te juro que si le haces a Mariana el más mínimo rasguño sufrirás mucho antes de morir, cerdo.

-Harry, no te pongas melodramático. Creo que te estás ofuscando, no te haces cargo de la situación. La sartén la tengo en mi mano y tú te estás friendo dentro como una maldita salchicha. Antes de que te achicharres del todo resuelve rápidamente tus asuntos con Orfeo en Detroit y reza para que ese tipo me llame diciendo que puedo liberar a la paloma. ¿OK?

-Bien tío, salgo hacia allá en el primer avión. A lo mejor soy yo el que te llama, para que oigas cómo tu jodido patrón me suplica antes de que le vuele la cabeza. Nos vemos.

Nick marca un número de Michigan, pronuncia la frase “el pájaro vuelve a la jaula” y guarda el móvil, sintiendo que los veinte mil dólares también han iniciado un viaje, pero hacia su bolsillo. Asimismo piensa que Rosolino, además de un asesino es un tarado, y que lo que parecía un encargo difícil ha resultado un juego de niños. El plan de mierda ha ido como miel sobre hojuelas sin necesidad de que nadie se quedara preñado. Sin embargo, Mahoney todavía desconoce que el próximo vuelo Denver-Detroit de Delta Air Lines sufrirá un accidente fatal del que nadie saldrá con vida


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