domingo, 10 de marzo de 2013

Malditos recortes



Nadie hubiera sospechado que aquel hombre de mediana edad, bien rasurado y correctamente vestido que paseaba por el interior de El Corte Inglés curioseando vitrinas de joyas, estuviese tramando la comisión de un delito. Mientras la sonriente dependienta le mostraba un valioso anillo de diamantes, que según dijo quería obsequiar a su novia como regalo de pedida, lo cogió, lo introdujo en su bolsillo y salió a toda leche, quebrando ágil y velozmente cual Messi cuarentón al grueso custodio que intentó capturarle. Una vez franqueada la salida se detuvo y esperó en el exterior, con las manos en la nuca, a los vigilantes que habían iniciado su persecución cuando se activaron las alarmas. El ladrón les solicitó muy educadamente que llamasen a la Policía, pues quería que le sometieran a un juicio rápido y le enchironasen; estaba ya dos años en el paro, no encontraba empleo y le habían desalojado por impago del piso que tenía alquilado. Prefería ir a la cárcel, donde al menos dispondría de alojamiento gratis y comería de caliente. Se trataba, en definitiva, de que la sociedad y sus representantes le devolvieran lo que le habían quitado, directa o indirectamente.

Lo que no sabía el pobre desgraciado, porque no estaba al día de las últimas noticias, es que ya no había Policía, ni Juzgados, ni Prisiones. El Gobierno había suprimido todos esos servicios, por deficitarios. Tendría pues que conformarse con una buena paliza.


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