viernes, 15 de marzo de 2013

Semillas envenenadas





Cuando el pequeño Hamid, de doce años, llegó de la escuela y vio su casa destruida y a su madre y hermanita muertas por un misil israelí, prorrumpió en un inconsolable llanto al tiempo que pensaba que ojalá los malditos nazis no hubieran dejado un maldito judío vivo sobre la faz de la tierra. Acababa de quedar sembrado en un niño más el germen del odio eterno.


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