jueves, 11 de abril de 2013

Aunque me cueste la vida




Lo voy a hacer, estoy decidido. Siento que es necesario, que el porvenir de mis hijos, de nuestros hijos, depende de ello. Aunque me cueste la vida, que doy por perdida. En el pasado, acontecimientos semejantes permitieron dar un vuelco a la historia, despertando conciencias y rindiendo ideologías.

Primero nos robaron los ahorros, empobreciéndonos intencionadamente mientras cercenaban poco a poco todos y cada uno de nuestros derechos, incluso el de la libre expresión. Después suprimieron cualquier atisbo de democracia y participación ciudadana, encarcelando o haciendo desaparecer a los disidentes, restringiendo y manipulando la información. Más tarde restablecieron arcaicas disposiciones racistas, prohibieron y quemaron libros “malditos” y finalmente legalizaron la esclavitud. Falsificaron nuestra historia para que las nuevas generaciones crean y acepten que ese movimiento, al que bautizaron como La Gran Catarsis, fue una bendición para esta sociedad. Una sociedad de borregos miedosos y pusilánimes, adictos a lamentarse en las tertulias de estos nauseabundos gobernantes, pero incapaces de mover un solo dedo para revertir la situación, para liquidar un asqueroso poder que nos tiene cogidos de los huevos y los estruja sin misericordia.

Esta noche, durante el Banquete Anual del Glorioso Sometimiento, cuando tenga que servir al Tercer Conductor de la Gran Catarsis, le voy a cortar el pescuezo. Lo voy a hacer, estoy decidido. Siento que es necesario. Aunque me cueste la vida, aunque esta sociedad sea una puñetera mierda.



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