Lo voy a hacer, estoy decidido. Siento
que es necesario, que el porvenir de mis hijos, de nuestros hijos, depende de
ello. Aunque me cueste la vida, que doy por perdida. En el pasado, acontecimientos
semejantes permitieron dar un vuelco a la historia, despertando conciencias y rindiendo
ideologías.
Primero nos robaron los ahorros,
empobreciéndonos intencionadamente mientras cercenaban poco a poco todos y cada
uno de nuestros derechos, incluso el de la libre expresión. Después suprimieron
cualquier atisbo de democracia y participación ciudadana, encarcelando o
haciendo desaparecer a los disidentes, restringiendo y manipulando la
información. Más tarde restablecieron arcaicas disposiciones racistas, prohibieron
y quemaron libros “malditos” y finalmente legalizaron la esclavitud. Falsificaron
nuestra historia para que las nuevas generaciones crean y acepten que ese
movimiento, al que bautizaron como La
Gran Catarsis, fue una bendición para esta sociedad. Una sociedad de
borregos miedosos y pusilánimes, adictos a lamentarse en las tertulias de estos
nauseabundos gobernantes, pero incapaces de mover un solo dedo para revertir la
situación, para liquidar un asqueroso poder que nos tiene cogidos de los huevos
y los estruja sin misericordia.
Esta
noche, durante el Banquete Anual del Glorioso Sometimiento, cuando tenga que servir
al Tercer Conductor de la Gran Catarsis, le voy a cortar el pescuezo. Lo voy a
hacer, estoy decidido. Siento que es necesario. Aunque me cueste la vida, aunque
esta sociedad sea una puñetera mierda.
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