martes, 9 de abril de 2013

El mensaje de Sam Baker




Si dispusiéramos de un módulo descifrador de chips biológicos y lo acercásemos al omóplato izquierdo de la persona que ahora mira su reflejo en el espejo y se acaricia el mentón, tendríamos íntegro acceso a su dossier vital. Como no es el caso, referiré que ese varón blanco caucásico de complexión atlética se llama Samuel ‘Sam’ Baker, nacido hace cuarenta y seis años, tres meses y dieciocho días en Valentineville, distrito de Crystal, en la Ínsula de Lava. Le restan pues, exactamente, tres años, ocho meses y trece días para su EP o Evasión Programada. Además de conocer su historial médico, secuencia completa de ADN propia y de sus progenitores, expediente académico desde su infancia, situación financiero-patrimonial y otra serie de minuciosa información personal, podríamos haber sabido que Baker es heterosexual, no tiene descendientes, nunca ha estado adscrito a cualquier GPAAC o Grupo Político Autorizado de Acción Civil ni a ninguna Iglesia mono o politeísta, que desde abril de 2138 opera como Técnico de Manipulación de la Razón en el SECC (Servicio Estatal de Comunicación Comunitaria) y que su tercera y última compañera, Gladys Lukumi, de treinta y dos años, lo abandonó hace siete meses y veintiún días después de cinco años de relación y un aborto espontáneo.

Si bien todos estos superfluos datos no ayudan a comprender lo que el hombre piensa y se dispone a hacer seguidamente, permiten sin embargo ilustrar al sujeto y algunas de sus circunstancias.

Sam Baker aleja el rostro del espejo y tras cubrir su desnudo torso con una camiseta blanca, apaga la luz y sale del baño. Con una viejísima balada de Ben Webster como música de fondo se dirige al monitor de actividades estratégicas. Esta vez no desea visionar una película, disfrutar de un partido ni competir en ningún video-juego. Se coloca las gafas y tras pulsar la opción “Contacto institucional” selecciona “Reclamación administrativa”. El monitor exige en ese momento reconocimiento de iris y Sam se somete con éxito a la validación. Como en las demás, en la tercera página del menú de reclamaciones aparecen diversas alternativas y él escoge “Transgresión de derechos humanos”; el sistema emite una lacónica respuesta: “Perfil de usuario no compatible” y muestra dos  posibilidades. “ACEPTAR ó REINTENTAR”. Sam presiona la última opción, parece convencido de lo que hace. El ordenador, esta vez, responde: “Usuario no comprometido. Acceso denegado. ACEPTAR ó REINTENTAR”. Eso significa, y él lo sabe, que la red rechaza otra vez su solicitud por no ser miembro numerario del partido que desde hace más de 100 años detenta el poder en el Continente y que un nuevo intento solo ocasionará el envío a su domicilio de una Unidad Patriótica de Defensa (UPD) que lo detendrá y encarcelará en un Cuartel de Prevención, a la espera de un duro interrogatorio de insospechadas consecuencias.

La UPD tarda apenas tres minutos en llegar a la puerta de la vivienda de Baker, situada en una zona residencial del extrarradio urbano. Dos hombres armados lo conducen esposado hasta el interior del furgoláser. Durante el trayecto hacia el Cuartel se detienen en un Control de Seguridad y Sam percibe a través de la ventanilla blindada que el vehículo oficial de un Ministro del Gobierno ha parado justo al lado. Entonces el prisionero, hasta entonces ciudadano número 40.567.988 del Continente Gris, yuxtapone las yemas de sus meñiques y el artefacto en forma de cápsula que ha fabricado siguiendo las instrucciones de un libro secreto, salvado hace ochenta años por su abuelo de los bomberos de la Brigada 451, revienta sus intestinos y todo lo existente en doscientos metros a la redonda.

El Departamento en el que trabajaba se ocupará de que ningún medio divulgue un suceso que nunca ha ocurrido; el mensaje de Sam Baker jamás será enviado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario