domingo, 2 de junio de 2013

Epístola




Mi apreciado y respetado amigo Don Arístides Peribáñez:

Confío que al recibo de la presente tanto usted como su honorable familia se encuentren pletóricos de salud.

Espero no originar ningún incomodo al entretenerle unos instantes con este sucinto escrito. Conocedor que soy de las refinadas inclinaciones de su señora Doña Celedonia, Ilustrísima Baronesa de la Vida Regalada, y a sabiendas del interés que siempre mostró por disponer en su suntuoso palacio de un espectro de plena confianza, aprovecho para ofrecerles los servicios de mi espíritu, Salustiano Bracamonte, que durante siglos ha cumplido correcta y fielmente sus deberes con varias generaciones de mi linaje. Como usted bien sabe, las inclemencias financieras que envuelven a esta endiablada sociedad han hecho también considerable mella en mi patrimonio, compeliéndome a enajenar la mansión de la Calle Concejo de Carcamales. El señor Marqués de la Inutilidad Pasmosa nos ha presentado una proposición que ha resultado inadecuado rechazar, aunque declina el traspaso de nuestro fantasma junto con el inmueble, por detentar ya plenos derechos sobre otras ánimas que satisfacen con creces todas sus necesidades.

El hecho es que en próximas fechas nos trasladaremos a vivir a nuestro cortijo de La Dulce Alcaparra. Usted ya imaginará que es del todo imposible transportar fuera de la capital a Salustiano sin grave riesgo de que el pobre se desvanezca por siempre jamás. Ante tales circunstancias y en aras a nuestra antigua y duradera confraternidad, me tomo la libertad de sugerirle su adopción por cantidad ecuánime que contente a ambas partes. Como no es cortés mencionar sumas por escrito, le encarezco responda este mensaje a su más breve comodidad notificando si estaría interesado en llegar a un acuerdo, en cuyo caso podríamos entrevistarnos en el Club de los Rancios y Casposos Abolengos cuando a usted mejor le plazca.

Suyo afectísimo, le reitero mi más distinguida consideración y beso la mano de la señora Baronesa.

Tancredo Constantino Dionisio de las Tres Cruces en el Monte del Olvido y Camino Verde que va a  la Ermita, Vizconde de la Pena Negra.


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