Rebeca Saray - Rules don't stop (http://500px.com/rebecasaray)
El extraordinario do de pecho que convirtió
a Edith Conant en una celebridad se apagó fulminantemente cuando sonó un
disparo en el interior del saloon.
La cantante y sus coristas no
consiguieron reprimir los acostumbrados grititos histéricos, al tiempo que los
parroquianos botaban asustados de sus asientos y desenfundaban las armas sin poder evitar el consiguiente
derramamiento de licores, naipes y dinero.
Cerca del mostrador, tendido sobre
la sucia tarima, yacía el cuerpo de un cazarrecompensas al que todos conocían
como Citizen. Un sujeto de oscuro origen y groseros modales, que jamás desveló
a nadie su verdadera identidad.
Junto al cadáver, al que observaba
con frialdad, Nancy, la hija del Reverendo Knapp, sostenía un arma humeante.
Batiendo las oscilantes puertas del
establecimiento surgió la negra figura de Kid Salieri, el sangriento pistolero
que tenía aterrorizado al Condado.
Nancy se volvió hacia él espetándole:
-Kid, creías que no podría
hacerlo... ¡¡Ja, ja, ja!! ¡Afloja ahora mismo
esos mil dólares, cretino!
El rostro de Salieri no mudó un
milímetro su expresión mientras extraía el Colt y atravesaba con una bala los
sesos de la desgraciada ganadora de una apuesta siniestra.
-Lo siento, querida. Pensaba que no
eras tan lerda.
Lentamente se encaminó a la barra,
en la cual depositó cien dólares.
-¡Whisky para todos, excepto para
Edith!
Se giró hacia el escenario, desenfundó
de nuevo y el telón de la vida bajó por siempre para la prometedora soprano.
-Que le cante al diablo. Nunca soporté
el irritante timbre de su voz, concluyó Kid sonriendo y quitándose el sombrero.
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