jueves, 4 de diciembre de 2014

Don Federico



Garbage Party - Eevee164 (Australia)  http://eevee164.deviantart.com/


En el pueblo me temen. Saben que, a pesar de ser forastero, les conozco demasiado bien. Y aunque algunos pongan cara de asco cuando me ven, siempre saludan con respeto, llamándome don Federico. Porque, además, son conscientes de que tomo o podría tomar decisiones que les atañen, alegrando o amargando sus vidas a mi antojo.

En casa guardo decenas de libretas en las que desde hace años registro cada una de las debilidades de todos esos sujetos que tengo por vecinos. A veces me resulta difícil descifrar, en familias con varios miembros, a quién corresponde cada residuo. Pero la minuciosa inspección de sus basuras siempre aporta datos nuevos y sugerentes. Sí, han leído bien, no hay nada que informe más sobre la naturaleza de las personas que su propia basura. ¿Nunca se han detenido a pensarlo? Y la información, ya lo dicen, es poder.

Esta tarea es ardua, no crean, se necesita estómago. Pero yo lo tengo y he empleado cientos de horas en examinar concienzudamente en mi laboratorio particular el contenido de incontables bolsas de basura, que rescato de los contenedores instantes después de que sus portadores se deshagan de ellas.

A estas alturas tengo disponibles una lista blanca, una roja y otra negra. La primera la conforma toda esa gente gris con desperdicios ordinarios, gente con escasa perspectiva, que se dedica a ver pasar una anodina vida por delante de sus narices sin hacer nada por mejorar. Es la lista más amplia, evidentemente; no en vano este es un pequeño pueblo en medio de la nada en el que predominan asalariados, parados y jubilados. Este colectivo, personalmente, me trae al pairo: carece de prestigio e interés, es a todas luces prescindible.

En la lista roja incluyo a esas personas algunas de cuyas inmundicias revelan un intento por escapar de la sórdida vulgaridad que caracteriza a los anteriores. A veces es difícil valorar si las muestras de esa huida de la rutina hacia una eventual felicidad, son suficientes o no. Porque en este grupo se suelen colar impostores: individuos que llevan existencias interesantes, pero desean pasar inadvertidos. Eso supone un esfuerzo adicional, un análisis empírico más detallado que obliga a revisar durante sucesivas madrugadas todos y cada uno de sus desechos.

Y después queda la lista negra. Personas que aunque no siempre lo aparenten, cuentan con algún tipo de influencia económica que se refleja cada día, de forma cristalina, en las sobras de las que se desprenden. Clasifico también en este apartado a aquellos que, a tenor de mi investigación, debo considerar peligrosos o desequilibrados. Gente con la que tendría que andar con mucho cuidado si no fuese por la sensible información de la que dispongo, cuya difusión les hundiría en la miseria.

La basura habla y les aseguro que habla a gritos. Es increíble que nadie antes se hubiese dado cuenta de ello. ¡Y más increíble que haya tenido que ser yo precisamente, el director de un banco!


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