jueves, 25 de diciembre de 2014

Mood Indigo



Lonely Singer - YokoOmi (Rusia)  http://yokoomi.deviantart.com/


Porque no hay nadie a quien yo le importe
Soy sólo un alma que está
lo más triste que se puede estar
Cuando tengo este deprimente humor
podría quedarme aquí y morir
 (Mood Indigo - Duke Ellington, 1930)


Estaba perdidamente enamorado de ella. Sí, enamorado desde hacía unos diez años, cuando la vi por primera vez en un pequeño antro del Village acompañada por un pianista. Desde que interpretó Mood Indigo con su aterciopelada voz. Fue entonces cuando conquistó mi corazón.

Imagino que algún cazatalentos la descubrió en una de aquellas veladas, porque adquirió una fama fulgurante: en cuestión de meses grabó varios discos con las mejores orquestas e intervino en los shows televisivos más populares, llegando a ser considerada por los entendidos una de las grandes vocalistas de jazz de todos los tiempos. A pesar de eso declinó actuar en grandes teatros o casinos; continuó haciéndolo en pequeños clubs, cada vez de mayor renombre, a lo largo y ancho del país.

Cuando ella pasaba por Nueva York, intentaba no perderme ninguno de sus conciertos. Seguía enamorado, pero sabía que tenía pareja y yo no quería problemas, jamás los he buscado debería decir. Además, pensaba que abordarla e invitarla a una copa no hubiese servido para nada. Tenía y tengo un gran déficit de autoestima, opino que hay arenques con bastante más glamour que un servidor y las mujeres siempre me han amedrentado, sobre todo esas que -como ella- transmiten una imagen de aparente independencia y seguridad. ¿Qué le iba a contar? ¿Que un solitario y gris oficinista de Wall Street que le sacaba diez años de diferencia, la adoraba y soñaba con ella? Podría haberse reído bien a gusto en mi cara, dejando un eterno poso de desolación en mi ya amargada alma.

Como decía, asistí a cada una de sus actuaciones cuando recalaba por la ciudad. Adquirí todos sus discos, recorté cualquier noticia que la mencionara. Durante casi una década. Porque quería en silencio a esa chica. Porque habría podido matar a quien hubiese sido capaz de hacerle el más mínimo daño.

La semana pasada presentó un libro de memorias, que por supuesto compré y me dedicó con una amplia sonrisa y el guiño de uno de sus preciosos ojos. Si bien me moría por leerlo, se me antojaba ridículo que una mujer de solo treinta y cinco años escribiese su autobiografía. Mas esa idea se ha esfumado de mi mente esta misma mañana, después de conocer por los diarios la escalofriante noticia de que su cuerpo sin vida ha sido encontrado en una habitación del Astor; que al parecer se suicidó con una sobredosis de tranquilizantes.

Ahora no puedo dejar de revisar una y otra vez, entre sollozos, la anécdota que dejó transcrita en su libro. Un corto párrafo de la página 51 que demuestra mi irreversible estupidez y dice así:

        << Amo Nueva York, viví varios años en esa increíble ciudad. Y siempre que hablo de NYC no puedo dejar de recordar a un hombre rubio con aspecto simpático que acude allí a todos mis conciertos. Se sienta en la primera fila y siempre, siempre, solicita con exquisita educación que cante Mood Indigo. Es un tema muy triste, pero mientras lo interpreto cierra los ojos y sonríe como un niño al que mecen en un columpio. Apostaría que es él quien me envía unas flores preciosas después de cada recital. Me gustaría llegar a conocerle personalmente, porque aunque es muy reservado parece un gran tipo. >>


No hay comentarios:

Publicar un comentario