viernes, 9 de septiembre de 2016

Sin propósito de enmienda


Fotografía de Umberto Verdoliva


—Padre, confieso que he robado…
—¿Mucho, hijo mío?
—Mucho, mucho, muchísimo, padre
—Y ¿te has arrepentido de ello?
—Claro padre, además fui yo el que pagó la sustitución de los bancos de la iglesia
—¡Acabáramos!  Pues ya has cumplido la penitencia. Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
—Estupendo. Amén y gracias, padre. Hasta la legislatura que viene.

sábado, 11 de junio de 2016

Incompatibilidades



He de confesar que la primera vez que aquello aconteció, nadie en la familia le dio demasiada importancia; es más, la mayoría nos lo tomamos a guasa. Pero cuando a las pocas semanas volvió a ocurrir, mi padre empezó a mirar mal a mi madre y los demás discutimos mientras buscábamos una explicación sensata al extraño suceso. Ahora estamos intentando acostumbrarnos a que mi hermano pequeño se transforme en conejo las noches de luna llena. Aunque lo cierto es que cada vez nos resulta más difícil contener las ganas de atacarlo y merendárnoslo siendo, como somos, una manada de lobos.

sábado, 16 de abril de 2016

Ultima voluntad




Lo recuerdo con claridad. Comencé a arder el lunes a las ocho menos cuarto de la tarde mientras aguardaba en la sala de espera de Madame Foucault, la pitonisa. La espontánea combustión se inició en la cabeza, concretamente en el cogote, donde aún conservaba algunas hebras de pelo. Ustedes pensarán que cualquiera en mi lugar habría saltado de la silla y sofocado con diligencia y pocas dificultades aquel pequeño incendio. Pero lo cierto, y confío en que me crean, es que la abrasadora sensación me resultaba placentera en grado sumo. Así es que decidí dejarme quemar por completo.

Hoy es viernes, son las cuatro y veinte. Si no ocurre un imprevisto, calculo que para el domingo solo seré cenizas. Que alguien le diga a mis hijos que ni se les ocurra lanzarlas al mar, bastante porquería soporta ya el pobre.


miércoles, 30 de marzo de 2016

El colega del espejo



Tengo un colega
que se parece
bastante a mí
y vive en mi casa
dentro de un espejo
Permacece allí
todo el tiempo
en silencio
en stand-by
y gravedad cero
rumiando tal vez
el discurso definitivo
que contribuya
a su liberación
Solo se manifiesta
cuando me pongo enfrente
Entonces descarga sobre mí
soflamas envenenadas
de verdad de justicia
de indignación
Es un maldito bocazas
que tiene más razón
más conocimiento
y por supuesto
más agallas
que su reflejo real
esa especie
de títere sin cabeza
en el que a algunos
nos convierte
este corrupto sistema
Lo admiro a rabiar
y me gustaría
parecerme a él
seguir su ejemplo
pero es mi antítesis
y sé que si saco de ahí
a ese revolucionario
con las ideas claras
instalaré en su lugar
a un cobarde
a un ignorante
a un indeciso
Y lo cierto
para qué negarlo
es que no soportaría
que ese otro yo
me transmitiera
a cada momento
su miedo y frustración
Por eso prefiero
quedarme fuera
mantenerle a raya
decirle que sí a todo
incluso disfrazarme
en ocasiones de él
para componer
desde el remordimiento
unos torpes poemas
aparentemente subversivos